«No hay mayor carga que el potencial no vivido.” Carl Jung
Durante años me hice una sola pregunta:
¿Por qué tengo miedo?
Hasta que un día cambié la pregunta:
¿Para qué me lo sigo permitiendo?
Hoy quiero contarte cómo fue mi camino para dejar de vivir desde el miedo y empezar a vivir desde la voz, desde el cuerpo, desde mi verdad.
Este texto no es solo un testimonio, es una invitación para que vos también te reconozca y te elijas.

El miedo silencioso
El miedo no siempre se deja ver. A veces se presenta disfrazado de prudencia, de lógica, de frases intrusas como «mejor no». Otras veces se instala en el cuerpo: como un nudo en el estómago, como tensión en los hombros, como insomnio que no se explica.
Desde muy chica aprendí a no molestar, a no brillar demasiado, a medir mis palabras para no incomodar.
Y así, sin querer, mi voz se fue apagando, se fue moldeando a pedir permiso antes de hablar.
Hasta que un día dije lo que «debía» y sentí que me traicionaba. Ahí supe que no era miedo a hablar.
Era miedo a romper un pacto invisible. Un pacto que muchas mujeres antes que yo habían sostenido en silencio.
Miedos heredados: los que no son tuyos y sin embargo te habitan
Muchos de nuestros miedos no son propios. Son lealtades emocionales inconcientes.
Frases que se nos quedan como semillas invisibles que y echan raíces en nuestra forma de ser:
«No hagas lío» «No seas exagerada» «Eso es peligroso» «Callate que no sabes» «Hace silencio»
Y así entre frases repetidas, sin darnos cuenta, construimos una jaula mental con esas voces ajenas.
Lo confirme acompañando a una mujer brillante, llena de ideas, sin embargo paralizada al momento de compartirlas.
Su cuerpo se paralizaba, no por esa inseguridad que ella dacia tener sino por lealtad a una madre que había sido silenciada toda su vida.
Ese día entendí que no todos los silencios son personales. Algunos son memorias familiares esperando ser liberadas y que desde la PNL no solo enseñamos técnicas, sino también rompemos pactos invisibles y acompañamos a escribir otros nuevos.
Tipos de miedo: cómo actúan y cómo nos dominan
A lo largo de mi camino aprendi que no todos los miedos son iguales. Hay unos que te cuida y otros que te encierra. Entendiendo que ambos tienen una intención positiva: Cuidarnos
El Miedo real, aparece cuando el peligro es concreto. No necesita explicación, lo sentís en el cuerpo como un llamado urgente. Te empuja a actuar, a defenderte, a salir de donde no estás seguro, es tu biología cuidándote. Ese miedo te enfoca, te activa, te protege, es parte de tu sabiduría instintiva. Y muchas veces, aunque no lo sepamos, nos ha salvado la vida.
El miedo imaginario, en cambio, no viene del presente, se forma con recuerdos, con creencias, con historias ajenas.
Es aprendido, heredado o proyectado; y aunque no haya amenaza, tu cuerpo reacciona como si estuvieras en riesgo.
Es ese miedo que aparece cuando vas a hablar en público, cuando querés empezar algo nuevo, cuando pensás que «no sos suficiente».
No protege, paraliza.
No te salva, te detiene.
Ambos miedos quieren cuidarte, sin embargo mientras uno es instinto el otro es repetición.
Y lo más importante, podes aprender a distinguirlos.
¿Cómo se construyen estos miedos?
Durante mucho tiempo creí que el miedo era parte de mi personalidad. Que simplemente era así y que había nacido con el. Hoy sé algo distinto: Los miedos no nacen, se construyen, y si se construyen también pueden deconstruirse.
Los miedos se van formando, casi sin darnos cuenta, en parte de nuestra historia personal, a veces nacen de experiencias que dolieron más de lo que pudimos procesar. Se quedaron ahí, sin digerir, convirtiéndose en alarmas que suenan cada vez que algo se parece a ese viejo dolor.
Otras veces surgen de interpretaciones que hicimos de chicos, cuando no teníamos todas las piezas para entender el mundo y nos contamos versiones que con el tiempo se volvieron creencias.
Hay miedos sembrados por palabras que nos marcaron con fuego: un comentario, una burla, un «vos no podés» que se grabo tan hondo que se volvió verdad sin serlo.
Y también están los que no son nuestros. Que vienen de mandatos familiares o culturales. De esas lealtades invisibles que nos enseñaron a no usar nuestra voz, a no incomodar y no brillar demasiado.
Esos miedos no aparecen de la nada. Se reactivan cuando algo en el presente roza una herida del pasado. Y entonces el cuerpo responde como si el peligro fuera actual aunque solo sea una sombra antigua disfrazada de ahora.
¿Y entonces como se trasforman?
A esta altura del camino, ya sabemos algo importante: El miedo no se vence, se escucha, se honra, y sobre todo se reprograma.
Ahora quiero compartirles mi experiencia, en como mis miedos, me potenciaron a abrir puertas hacia el autoconocimiento desarrollo y crecimiento personal.
Los miedos pueden ser llaves internas que abren puertas que, a veces, ni sabíamos que teníamos cerradas.
Y lo mejor: pueden aplicarse en lo cotidiano, con solo la presencia.
Primera llave: Escuchar el origen
Muchos de nuestros miedos no nacieron con nosotros, nos los contaron, nos los enseñaron con un escenario que lo llevamos al presente para interpretarlos como protagonistas. Los vimos en ojos de personas que amábamos y sin darnos cuenta los obedecimos.
Por eso te invito a algo simple, sin embargo poderoso, como si dejaras que tu alma te contara un secreto.
Escribí y responde:
Este miedo aparece cuando…
Me recuerda a…
La primera vez que lo sentí fue…
Si lo sostengo ¿a qué o a quién le sigo siendo fiel?
Porque a veces, el miedo no es una alarma.
Es un acto de amor antiguo.
Una forma de decir “te sigo honrando, aunque ya no me sirva seguir callando”.
Y entender eso… ya empieza a liberarte.
Segunda llave: Distinguir realidad de proyección
El cuerpo no distingue entre un peligro real y uno imaginado. Ambos activan el mismo pulso, la misma tensión, la misma alerta, sin embargo hay algo que sí distingue: tu conciencia.
En momentos de miedo, volvé al presente.
Mirate los pies tocando el suelo.
Nombrá lo que ves, lo que escuchás, lo que sentís.
Decite en voz baja: “Estoy acá. Ahora. Esto es presente.”
Volver al cuerpo es volver al único lugar donde el miedo pierde autoridad.
Tercera llave: Reescribir tu voz interna
Cada pensamiento que repetís es una orden.
Si no lo elegís, se repite solo.
Y eso que se repite, se vuelve verdad… aunque no lo sea.
Por eso, cada vez que detectes una frase que te limita —esa que se instala sin permiso—, respondé con una nueva.
Una que venga de vos, no del miedo.
Una que te acompañe, no que te frene.
Ejemplo:
“Si hablo, me van a juzgar.”
→ “Si hablo, abro puertas a quienes están esperando una voz como la mía.”
Una práctica hermosa es grabarte diciendo esta nueva frase.
Escucharte. Dejar que tu voz futura te hable ahora.
Y una clave que atraviesa todo: la respiración.
Antes de reaccionar, antes de decidir, antes de huir…
respirá. Tres veces.
Y en la tercera, preguntate:
¿Cómo respiraría mi versión más libre ahora?
Respirar distinto… ya es decidir distinto.
El miedo no es el final del camino.
Es un umbral.
Y cada vez que elegís no obedecerlo, estás escribiendo una historia distinta.
Y sí… al principio duele. Incomoda. Agota.
Sin embargo con cada paso, con cada práctica, con cada acto de coraje,
vas volviendo a casa.
A esa versión tuya que no necesita protección para brillar.
Solo permiso.
Tu historia merece otra versión. Una que sí te pertenezca.
Y si algo en vos se movió mientras leías…
Si hubo una imagen, una emoción, una memoria que volvió…
Quizás no sea casual.
Quizás sea tu historia pidiéndote un nuevo capítulo.
Porque llega un momento en que ya no alcanza con entenderlo.
Hay que sentirlo. Habitarlo. Transformarlo. Reprogramarlo.
Y en ese momento, algo cambia para siempre.
En LIVERO creemos que el miedo no se combate: se atraviesa.
Y al otro lado… no está la valentía.
Está tu verdad.
Tu voz. Tu poder. Tu modo único de estar en el mundo.
Por eso, si sentís que es tiempo de dejar de postergarte,
si hay algo en vos que quiere abrirse paso,
quiero invitarte a dar ese primer paso con conciencia, con presencia, con acompañamiento real.
No tenés que hacerlo solo.
Ni hacerlo todo ya.
Solo basta con empezar.
Y cuando estés listo, cuando estés lista
Acá estoy.
Con todo lo que sé, con todo lo que soy.
Para que tu proceso empiece.
Y no tenga vuelta atrás.
Te espero para escribir juntos la versión más honesta de tu historia.
Vero Agüero
LIVERO – Donde la transformación deja de ser teoría